
Descubre todas las contradicciones de Google en SEO: promesas éticas frente a prácticas que solo premian el tráfico y el dinero.
Google lleva años construyendo su imagen como el guardián de la calidad en internet. Se presenta como una especie de árbitro imparcial que vela por que los usuarios encuentren lo mejor, lo más útil, lo más fiable. Nos repite conceptos como contenido original, autoridad del autor, experiencia del usuario, velocidad de carga, estructuras claras, y una larga lista de buenas intenciones que —en teoría— deberíamos seguir al pie de la letra si queremos aparecer bien posicionados en sus resultados de búsqueda.
Pero una cosa es el discurso, y otra muy distinta es la realidad. Y la realidad es que Google no aplica sus propias reglas. Castiga a unos por hacer exactamente lo mismo que permite (o incluso premia) en otros. Habla de calidad, pero deja en lo más alto a webs que no cumplen ni uno solo de los principios que predica. Penaliza detalles minúsculos en páginas pequeñas, mientras ignora flagrantes violaciones en sitios grandes, virales o simplemente rentables.
Este artículo no es un ataque gratuito. Es un repaso detallado, basado en hechos, ejemplos y observaciones reales, de cómo Google predica con ética, pero premia lo que genera dinero. Y lo más preocupante: hacia dónde nos lleva todo esto. Porque si seguimos por este camino, lo que nos espera es un internet homogéneo, controlado por monopolios y dominado por el ruido, donde la calidad real no tiene cabida.
Las mentiras de Google que debes conocer
1. La compraventa de enlaces: prohibida, pero permitida
Desde sus inicios, Google ha declarado la guerra a la compraventa de enlaces. En sus guías para webmasters, deja muy claro que cualquier intento de manipular el PageRank mediante enlaces pagados está estrictamente prohibido. Nos lo repiten en artículos oficiales, en videos de sus portavoces, en foros de ayuda y hasta en eventos de SEO: “no se puede pagar por enlaces con intención de influir en el ranking”.
Incluso han desarrollado tecnologías para detectarlos: enlaces marcados como nofollow
, sistemas automáticos de penalización, revisiones manuales… Todo en nombre de una internet limpia, sin trampas, donde lo que prima es el mérito del contenido.
Pero luego haces una búsqueda tan simple como “comprar enlaces follow” y te topas con una realidad bien distinta: Google indexa, muestra y posiciona sin problema cientos de páginas que ofrecen enlaces a la carta. Desde marketplaces conocidos como Fiverr, hasta plataformas SEO específicas como Unancor, Publisuites o Prensarank. Todas operan públicamente, con anuncios, campañas de email, e incluso plugins para WordPress.
Y lo más curioso: esas páginas no solo no son penalizadas, sino que aparecen en los primeros puestos. ¿Cómo es posible?
Porque Google sabe perfectamente que esas webs existen. Sabe qué hacen, cómo lo hacen, y a quién se lo venden. Pero mientras generen búsquedas, clics, movimiento… las deja estar. Y si encima esos enlaces llevan a medios grandes con autoridad, ni se inmuta.
Si eres pequeño, te arriesgas. Si compras un enlace en un blog que no le gusta a Google, puedes ver cómo tu web desaparece del mapa. Pero si ese mismo enlace está en una gran plataforma —con tráfico y reputación—, Google hace la vista gorda.
Una vez más, el mensaje es claro: la ética solo se aplica a los que no tienen poder. Para los demás, el algoritmo se vuelve sorprendentemente ciego.
2. AdSense y el doble rasero del contenido “de calidad”
Cuando intentas monetizar una web con Google AdSense, te enfrentas a un proceso lleno de exigencias. Te dicen que tu sitio debe tener contenido de alta calidad, original, bien redactado, con estructura clara, navegación fácil, sin errores ortográficos, con imágenes optimizadas, política de privacidad, aviso legal y un largo etcétera. Si algo de eso falla, rechazado. Y muchas veces, incluso cumpliendo todo al pie de la letra, el mensaje que recibes es tan genérico como frustrante:
“Su sitio no cumple nuestras políticas de contenido valioso”.
Y claro, tú te preguntas: ¿Qué más tengo que hacer para que mi contenido sea “valioso” para Google?
Mientras tanto, haces una pequeña investigación y te das cuenta de algo indignante: hay miles de sitios activos con AdSense que no cumplen ninguno de esos requisitos. Foros abandonados llenos de spam, webs de noticias copiadas unas de otras, blogs sin diseño ni estructura, artículos con errores garrafales y banners invasivos por todos lados… y ahí están, con anuncios funcionando y generando ingresos sin problema.
Algunos incluso usan técnicas agresivas como clickbait, popups, o autoredirecciones, y siguen activos en el programa publicitario.
¿Por qué? Porque tienen tráfico. Y si hay tráfico, hay clics. Y si hay clics, hay ingresos. Y si hay ingresos, Google gana. Así de simple.
El problema no es solo ético, es práctico: si eres pequeño, te exigen excelencia absoluta. Si eres grande, con visitas o con contenido viral, te lo permiten todo.
Esto no solo es injusto: desincentiva la creación de contenido de calidad real. ¿Para qué esforzarse en hacer algo bien si Google no lo valora? ¿Para qué redactar, diseñar, optimizar, si basta con copiar, pegar y viralizar?
3. EEAT: una teoría que nadie sigue (ni Google)
Google, en sus documentos de calidad y en sus actualizaciones de algoritmo, insiste en que valora los contenidos creados con Experiencia, Conocimiento (Expertise), Autoridad y Fiabilidad (Trustworthiness). Este marco, conocido como EEAT, supuestamente guía al algoritmo para decidir qué merece estar arriba en los resultados de búsqueda.
En teoría, esto significa que los contenidos firmados por expertos, con fuentes fiables, bien redactados, contrastados y alineados con la intención del usuario deberían posicionarse mejor. Y de hecho, si lees los documentos de Google, parece casi un manifiesto por un internet más ético, más útil, más humano.
Ahora abre Google y haz una búsqueda sencilla: “a qué hora juega el Real Madrid”, “frases para desear feliz cumpleaños”, o “cuánto tarda en hervir el agua”. Lo que vas a encontrar es una avalancha de resultados casi idénticos entre sí, sin autor, sin referencias, con frases recicladas y repetidas palabra por palabra en decenas de sitios diferentes.
Y no hablamos de webs pequeñas: hablamos de medios grandes, agregadores, portales virales y webs automatizadas que solo buscan clics rápidos. ¿Dónde está el EEAT ahí? ¿Dónde la experiencia? ¿La autoridad? ¿La fiabilidad?
El algoritmo premia lo que más se comparte, lo que más clics genera, lo que más tiempo de sesión acumula… aunque el contenido sea una mezcla superficial de cosas sacadas de otros lados sin profundidad ni análisis.
La verdad es que EEAT es más una declaración de intenciones que una realidad del buscador. Sirve para que Google se proteja ante críticas (sobre todo en temas delicados como salud o política), pero en la práctica, es totalmente secundario frente a señales como el CTR, el historial del dominio o el tráfico general.
Así que mientras tú te esfuerzas en crear contenido de valor, con tu nombre, tu experiencia, tus referencias y tu estilo… hay una web automatizada que te gana el top 1 con un artículo sin alma, sin firma, y que solo dice lo que el usuario quiere leer en 4 frases pegadas de Wikipedia.
4. URLs amigables… pero no para todos
Si te tomas en serio el SEO y sigues las recomendaciones de Google, sabrás que una de las primeras cosas que aconsejan es usar URLs limpias, claras y lo más cortas posible. Idealmente, entre 60 y 80 caracteres, sin parámetros raros, sin repeticiones, sin números innecesarios.
¿Por qué? Porque, según ellos, una URL clara mejora la experiencia del usuario, facilita la indexación y ayuda al posicionamiento. Es decir, si tu web tiene una estructura tipo /futbol/real-madrid-barcelona-horario
, vas bien. Pero si usas /index.php?id=33285&ref=abc123&source=feed
, estás en problemas.
Hasta aquí, todo lógico. Pero…
Ahora miremos la realidad. Entra a Google y busca, por ejemplo: “dónde ver Real Madrid vs Barcelona”. Entre los primeros resultados verás URLs como esta:
🔗 https://www.diez.hn/internacionales/real-madrid-vs-barcelona-cuando-a-que-hora-y-donde-ver-la-final-de-la-final-de-copa-del-rey-mbappe-ante-yamal-NE25215888
Contemos: más de 160 caracteres, palabras repetidas, términos irrelevantes añadidos solo por posicionar más keywords y hasta errores como “la final de la final”. Una URL que, según las propias guías de Google, es un desastre… pero que aparece en el top 3.
¿Y por qué posiciona tan bien? Porque la web pertenece a un medio grande, tiene autoridad de dominio, recibe mucho tráfico y probablemente está bien enlazada. Y eso, para Google, pesa más que seguir sus propias reglas.
Mientras tú te rompes la cabeza intentando optimizar cada URL para que sea “SEO friendly”, otros simplemente meten todas las palabras clave posibles en un título-ladrillo de 30 palabras, y Google los premia por hacerlo. Es más, cuanto más caótica es la URL, más probable es que esté cargada de keywords que activan búsquedas populares.
Así que la conclusión es clara: si eres un medio grande, puedes hacer lo que quieras. Si no lo eres, mejor sigue las reglas al milímetro… o ni apareces.
5. Google Analytics, AdSense y Tag Manager: el peso muerto que te obligan a llevar
Si hay algo que Google no para de repetir en sus auditorías y recomendaciones es que la velocidad de carga es clave para el SEO. Que si los Core Web Vitals, que si el LCP (Largest Contentful Paint), que si el CLS (Cumulative Layout Shift), que si el tiempo hasta la primera interacción… Todos términos técnicos que, en resumen, exigen una web rápida, ligera y bien optimizada.
Y claro, como buen webmaster, te pones manos a la obra. Comprimís imágenes, reducís el HTML, optimizás el CSS, minimizás el JavaScript, eliminás plugins… y aun así, cuando pasás tu web por PageSpeed Insights o Lighthouse, tu puntuación sigue por los suelos.
¿Por qué? Por culpa de los scripts de Google.
Sí, esos mismos productos que Google te ofrece —y en muchos casos, prácticamente te exige usar— son los que rompen tu velocidad de carga:
- Google Analytics (GA4): aunque es más potente que la versión anterior, también es más pesado. Cada visita genera múltiples peticiones a servidores externos y bloquea el renderizado de partes clave de la web.
- Google Tag Manager: puede ser muy útil para centralizar etiquetas, pero se convierte rápidamente en una trampa si cargas dentro de él scripts adicionales, pixels de remarketing, herramientas de mapas de calor, etc. El resultado: una web llena de peticiones innecesarias, que tarda más en ser interactiva.
- Google AdSense: especialmente con los anuncios automáticos, el impacto es brutal. Inyecta banners de forma dinámica, cambia el layout mientras el usuario navega (lo que afecta al CLS) y ralentiza todo el proceso de carga, a veces incluso antes de mostrar el primer contenido útil.
¿La ironía? Google te dice que tu web es lenta… porque usás los productos de Google. Y si decidís no usarlos, perdés métricas, ingresos, opciones de optimización e incluso oportunidades de indexación más eficiente.
Es un callejón sin salida: Google te penaliza por no ser rápido, pero te fuerza a usar herramientas que te hacen lento.
Hay alternativas, claro —como Plausible en lugar de Analytics, o monetización directa en lugar de AdSense— pero Google nunca las va a recomendar. Porque si dejás de usar sus herramientas, ellos pierden control y pierden datos.
6. Contenido duplicado: penalizan a unos, premian a otros
Una de las advertencias clásicas de Google es que el contenido duplicado no posiciona bien. En sus guías, dejan claro que copiar y pegar textos de otros sitios puede llevar a una pérdida de visibilidad en los resultados de búsqueda. Incluso hablan de «contenido poco original» como uno de los principales factores de desindexación o penalización.
Así que los creadores de contenido —especialmente los más pequeños— invierten horas en escribir desde cero, buscar sinónimos, reformular frases, y hasta pasar sus textos por herramientas anti-plagio… todo para evitar que el algoritmo los castigue.
Y te encontrás con que las primeras diez posiciones de muchas búsquedas están llenas de contenido prácticamente idéntico. Literal. Palabra por palabra. Solo cambia el orden de los párrafos o el color del fondo.
Esto es especialmente evidente en temáticas de alto volumen como:
- Horarios de partidos de fútbol.
- Frases para felicitar cumpleaños.
- Cuándo hay eclipses o lluvias de estrellas.
- Qué días son festivos en cada comunidad.
Son artículos genéricos, cortos, sin firma, sin análisis, pero están por todas partes… y posicionan en todos lados. Y lo más curioso: muchos están alojados en medios grandes, portales automáticos o webs con millones de visitas mensuales.
Esa es la pregunta clave. Porque si vos tenés una web pequeña y pegás el mismo texto que otro, Google te invisibiliza. Pero si lo hace un medio con tráfico, enlaces entrantes y un dominio con autoridad, no solo no lo penaliza: lo pone arriba del todo.
En otras palabras: el contenido duplicado no es el problema. El problema es quién lo publica.
Y esto abre la puerta a una práctica cada vez más común: los grandes medios sacan versiones “diferentes” del mismo artículo, una y otra vez, y dominan las primeras posiciones simplemente porque pueden. Mientras tanto, el contenido auténtico, escrito por personas que realmente se esfuerzan, queda enterrado en la página 4.
La sensación para muchos creadores es clara: ¿de qué sirve trabajar bien si Google premia lo contrario? ¿Por qué invertir tiempo en ofrecer algo único si el top 1 es una plantilla con datos reciclados?
Otra contradicción más que desmonta el mito del algoritmo justo y ético.
7. Contenido generado por IA: Google lo condena… pero lo premia
Desde la explosión de herramientas de inteligencia artificial como ChatGPT, Google ha intentado mostrarse cauteloso. En sus comunicados, ha dicho claramente que valora el contenido creado por humanos, para humanos. Incluso lanzó actualizaciones centradas en combatir el llamado «contenido sin valor, hecho en masa«, muchas veces vinculado a herramientas automáticas.
El mensaje parecía firme: los artículos generados con IA no deberían dominar los resultados de búsqueda.
Pero basta con hacer algunas búsquedas comunes para ver que la realidad, una vez más, es completamente distinta.
Hacé una búsqueda sencilla: “cómo calentar una pizza”, “cómo ver partidos gratis”, “cómo hacer una carta de presentación”. Lo que vas a encontrar en los primeros resultados es contenido plano, robótico, impersonal… y con estructuras que delatan al instante que fue generado con IA.
¿Cómo reconocerlo? Algunas señales muy claras:
- Títulos con mayúsculas iniciales en cada palabra: «Este Es Un Ejemplo Típico»
- Primeros párrafos que repite abiertamente la palabra clave, a menudo escrita con grotescos errores de ortografía.
- Frases de transición forzadas.
- Repeticiones innecesarias, sin ningún aporte real.
Y sin embargo, esos artículos están arriba. Bien arriba.
La mayoría de estas páginas están hechas para volumen. Son granjas de contenido que generan cientos de artículos al día con IA, sin revisión editorial, sin aportes reales, y sin firma de autor. Y Google los posiciona igual (o mejor) que los sitios con contenido escrito a mano.
¿Por qué? Porque:
- Responden rápido a la intención de búsqueda.
- Están bien enlazados internamente.
- Tienen estructura “SEO-friendly”.
- Y sobre todo, reciben clics y tiempo de lectura.
El algoritmo no está midiendo si lo escribió una persona con experiencia o una IA en cinco segundos. Está midiendo engagement. Y si el usuario no rebota, el contenido sube. Da igual quién lo haya creado.
Esta tendencia abre una nueva etapa de saturación en la que cientos de webs se llenan de contenido automatizado, que se lee igual, se ve igual, y dice lo mismo, sin ningún tipo de valor añadido.
Y al final, lo que prometía ser una defensa de la “experiencia humana” acaba en una contradicción más: Google dice que quiere personas, pero premia robots.
8. Google y la piratería: predica legalidad, pero indexa lo ilegal
Google ha afirmado en múltiples ocasiones que no apoya ni facilita la piratería. Ha implementado sistemas para responder a solicitudes DMCA (ley de derechos de autor), colabora con organismos de propiedad intelectual y ha declarado públicamente que su misión es ofrecer contenido legal, seguro y confiable.
De hecho, si intentas subir contenido pirata a YouTube o usar AdSense en una web con enlaces ilegales, te pueden cerrar la cuenta en segundos. Pero… volvemos a lo mismo: una cosa es lo que dice Google, y otra muy distinta es lo que hace.
Probá buscar cualquiera de estas frases en Google:
- “descargar Photoshop full crack 2024”
- “The Sims 4 gratis con todas las expansiones”
- “juegos APK premium sin pagar”
- “activar Windows 11 sin licencia”
¿Y qué te encontrás? Montones de páginas perfectamente indexadas y posicionadas, con enlaces a torrents, servidores externos, cracks, generadores de claves, emuladores ilegales y mucho más. Algunas incluso con tutoriales paso a paso, imágenes, botones bien colocados y… por supuesto: anuncios.
Sí, muchas de estas webs tienen AdSense o monetización mediante anuncios de terceros. Algunas incluso están protegidas con Cloudflare, tienen SEO técnico bien implementado y reciben millones de visitas al mes.
No se trata de enlaces residuales o páginas ocultas. Son resultados que están en el top 5, muchas veces antes que los sitios oficiales. ¿Y por qué están ahí? Porque atraen clics. Porque hay demanda. Porque generan tráfico. Y eso es lo único que parece importar.
Google tiene tecnología más que suficiente para detectar que una web está ofreciendo software ilegal. Podría aplicar filtros, desindexar dominios sospechosos o al menos relegarlos a posiciones marginales. Pero no lo hace. Porque si esa web:
- Tiene buena estructura SEO,
- Usa palabras clave populares,
- Retiene al usuario unos segundos,
…entonces cumple con lo que el algoritmo premia. Y lo ético, lo legal, lo justo… queda en segundo plano. ¿Quién pierde con esto?
- Los desarrolladores independientes que venden software legítimo y ven cómo sus productos son pirateados por páginas que Google promociona sin pudor.
- Las pequeñas webs legales que siguen todas las normas pero no aparecen.
- Los usuarios, que terminan entrando a páginas con malware, redirecciones y anuncios engañosos disfrazados de botones de descarga.
Google se presenta como defensor del contenido original, pero está lleno de resultados que son una invitación abierta a la piratería.
Y lo peor: no lo ignora por error… lo tolera porque le es rentable.
¿Y qué nos espera?
Todo lo que hemos visto hasta ahora —las contradicciones, los dobles raseros, las reglas que se aplican solo a los pequeños— no son errores puntuales ni excepciones. Son síntomas de hacia dónde va el sistema.
Porque Google, aunque siga vendiéndose como el guardián de la calidad y la ética en internet, cada vez se comporta más como una plataforma de monetización masiva, donde lo único que importa es lo que da clics, retiene usuarios y genera ingresos.
Y eso nos está llevando a un internet cada vez más vacío, artificial y dominado por gigantes. Un escenario donde:
- Las grandes webs hablan de TODO, sin saber de nada: cocina, fútbol, astrología y salud mental, todo en el mismo dominio.
- El contenido se genera en masa, con IA, sin alma ni conocimiento.
- Las webs pequeñas, personales, especializadas o éticas quedan fuera del radar.
- La legalidad es opcional si tenés visitas.
- Y la calidad, directamente, dejó de importar.
Internet está dejando de ser un espacio de diversidad y conocimiento… y está empezando a parecerse a un supermercado de clics, donde solo ganan los que más volumen mueven, sin importar cómo lo consigan.
La verdad incómoda de Google
Google nos repite que su misión es organizar la información del mundo y hacerla accesible y útil. Pero la realidad es que, desde hace tiempo, su único criterio real es el rendimiento comercial.
Podés tener una web preciosa, rápida, ética, con contenido original y bien escrito… y aun así no aparecer en ningún lado.
Mientras tanto, otras páginas llenas de errores, duplicadas, con títulos clickbait o incluso con contenido ilegal, están arriba simplemente porque generan tráfico.
La conclusión es clara, y sí, es incómoda:
A Google no le interesa la calidad. Le interesa el dinero.
Y mientras sigamos jugando a su juego, el SEO no va a ser una cuestión de ética, ni de buenas prácticas, ni de aportar valor real… sino de adaptarse a un sistema que solo recompensa lo que rinde, no lo que es correcto.
Por eso, si hablamos de SEO ético, tenemos que hacerlo sabiendo la verdad: no es Google quien define lo que está bien. Somos nosotros los que decidimos si queremos seguir alimentando un sistema que hace justo lo contrario de lo que promete.